La civilización de los creyentes: una civilización fracasada.

Por Margarita Pisano

¡Cómo es posible que continuemos habitando las creencias y fábulas de los libros sagrados, que construyen, justifican y perpetúan la matanza de mujeres!

… Y con esta historia invisibilizada es imposible salirnos de esta civilización.

La prepotencia

La civilización patriarcal del dominio nos tiene atrapados y sin salida… y, por lo mismo, es necesario abandonarla y desprenderse de ella, con todos sus símbolos y valores, con lo bueno y lo malo (si es que hay algo bueno). Entonces, crear una civilización basada en un concepto de horizontalidad que acepta la pluralidad de la vida, la explicitación de las diferencias y rechaza la uniformidad de los libros sagrados tan dictatoriales y crueles.

No se puede detener la autodestrucción, porque, como cultura, estamos sumergidos en una arrogancia autocomplaciente, basada en la ideología de que el hombre es a imagen y semejanza de dios. Y la historia tampoco nos sirve como referente de libertades, puesto que la historia ha sido el relato de los triunfadores, ha sido la justificación de los depredadores. Más bien, con la historia patriarcal se han borrado las memorias que nos podrían dar pistas de salida para poder transitar a otra civilización. Ya está bueno, con 2 mil o 4 mil años, esto es mucho. Da lo mismo a qué punto de la historia volvamos, incluso si llegamos a las revoluciones más progresistas y atisbamos una luz de esperanza, nos damos cuenta de que siempre volvemos después a lo mismo: a los cortes/conflictos, a los mismos horrores patriarcales. Una nueva matanza –con una falsa democracia- vuelve a echar todo por tierra.

El patriarcado de izquierda y de derecha -cada uno a su manera- cuenta con sus propios dioses: algunos más grandes, otros más chicos. Cada cual sabe cuántos dioses tiene y sus nombres, dioses a su manera y a su maña. Los dioses y creencias siguen funcionando. Da lo mismo quién tiene la culpa del último disparate, es el patriarcado como ideología el que nos tiene amarrados, y desde este lugar, se repiten las mismas pestes, solo que siempre es de peor forma y con mayor daño. Me temo que ahora estemos acercándonos al daño total, a la destrucción del planeta.

Si queremos hablar de locura, hablemos de la “no cultura” acumulada en las universidades, los museos y bibliotecas. Ser culta y culto es otra cosa, consiste en no respetar nada de un pasado de saqueos continuos (ya sean intelectuales, materiales y/o corporales). Si queremos hablar de locura, hablemos del matrimonio, inherentemente reproductivo, donde unos tienen derechos sobre otras, donde la ideología de la superioridad se expresa en el dominio de los afectos, como si esto fuese natural, cuando en realidad, es lo más “anti-natura” que alguien sea dueño de otra persona, aunque sea su hijo y “por amor”. No hay que olvidar que esta, la ideología de la “parejil-pareja”, de la heterosexualidad compulsiva con su consecuente esclavitud y pulsión natalista, es una de las ideologías más potentes, vigentes e internalizadas (recordemos que pronto seremos 8 mil millones (8.000.000.000) de personas en el mundo, donde 2.000.000.000 están en estado de hambre). Y esto a pesar de una resistencia milenaria, porque resistencia siempre ha habido, aunque no esté registrada: durante siglos se quemaron sistemáticamente mujeres por poseer conocimientos y sabidurías. Y cuántos pueblos con sus saberes han quedado sumergidos en la nada de la desmemoria intencionada.

El hijismo

Si queremos hablar de locura, hablemos de una sociedad que vende a sus hijos para una esclavitud de por vida con los intereses en los costos de la educación, para recibir una educación sobre-ideologizada… y todavía no se “indignan” lo necesario sobre esta situación, porque no les han enseñado a pensar, solo a creer y tomar. Las aspiraciones prediseñadas y desmedidas las instala el discurso hijista-patriarcal de la “juventud divino tesoro”, que es peligrosísimo porque proyecta en el imaginario la idea del príncipe heredero, heredero por la magia de la sangre y su sexo. Los jóvenes, tarde o temprano, se tienen que poner terno y corbata, aunque sea simbólicamente ¿Por qué van a pensar de otra manera? La juventud divino tesoro es una mentira más, porque al final los vuelve a instalar dentro del mismo sistema remozado. No les da la chance del cambio. El corte por edad es lo más eficiente para que no fluya una sabiduría otra. Los cortes por edad son profundos y marcados, incluso en la ropa, el estilo, la música y el lenguaje; son funcionales a esta civilización de explotación, a la ideología de la vejez como desecho y a la muerte bajo la amenaza del juicio final.

Hablemos del tráfico de seres humanos, tan concreto como el de esclavos, tráfico antiguo y actual. Nunca, en la historia conocida del mundo, ha habido tanta migración, diásporas gigantes que vagan por el mundo, pueblos enteros muriendo en el desierto, intentando encontrar un lugar donde vivir, intentando cruzar fronteras armadas, océanos y ríos para trabajar y apenas comer, y además serán maltratados. Hablemos de los aviones volando hacia el norte llenos de mujeres, niñas y niños para la prostitución, la pedofilia y el tráfico de órganos. Y para qué hablar de lo que les hacen a nuestros animales, nuestros ríos, nuestras cordilleras y nuestros mares.

Una civilización fracasada: la civilización de los creyentes

¿Y qué podemos hacer en este escenario patriarcal? ¿Pedirles a los hombres que detengan el maltrato? Las demandas son inútiles y empoderan más a quienes ejercen el poder de dominio, a los dueños del mundo. Toda demanda es absorbida y desaparece en un sistema en donde las mujeres -la mitad del mundo- no hemos participado de manera protagónica ni creadora desde que se formó esta civilización. ¿Es posible pedir igualdad en este contexto? ¿Igualdad para qué? ¿Para acceder a leyes y a espacios dentro de un sistema que ya está fracasado, está mal inventado, mal parido? Otros luchan inútilmente para casarse, es decir, para formar parte de una ideología sustentada en la proyección de propiedad sobre las personas. Nada de esto sirve.

Lo que sirve es un “cambio civilizatorio”, porque nos situemos donde nos situemos en la historia conocida, siempre nos encontraremos con las mismas bases de dominio que fundamentan esta civilización, nos enfrentaremos a la continuidad de la CIVILIZACIÓN DE LOS CREYENTES, una CIVILIZACIÓN FRACASADA, y ojo, incluidos los creyentes laicos. Por lo tanto, para quienes nos conectamos con la rebeldía profunda, humana y creadora, no existe más salida que abandonar la civilización patriarcal vigente; si no es así, seguiremos reproduciendo los mismos desastres deshumanos, por más revoluciones o movimientos sociales que generemos, y por más universidades inútiles que inventemos.

Por eso, tengo un lugar significado desde donde hablo: el Afuera. La autonomía fue tomada, como antes fue tomado el feminismo y más atrás, el sufragismo… Solo por nombrar la historia reciente, pues la lucha de las mujeres -que es de siempre- ha sido una sucesión de “tomas” de sus ideas más radicales, tanto por la masculinidad como por el feminismo masculinista.

Si desde la autonomía cómplice propuse el desprendimiento del sistema patriarcal en lo íntimo, lo privado y lo público, desde el Afuera propongo, además, el desprendimiento del feminismo actual, porque es una ideología más del patriarcado y todo lo producido por la masculinidad es éticamente inaceptable y muy feo.

Las mujeres no tenemos Historia y el feminismo tampoco

El feminismo está fracasado porque no tiene memoria; y con el olvido no es posible dialogar ni pensar. El feminismo posmoderno y las políticas queer están rellenados con las ideas, la ética y la estética de los últimos tramos del patriarcado, que hoy vemos “tambaleando en un cacho” aunque aferrado, ferozmente, a su androcentrismo fundamentalista, cada vez más fracasado.

El acceso a la Academia trajo consigo la pérdida de la autonomía, más que las otras dobles militancias de las feministas. En sus pasillos, el feminismo perdió la pista de su historia, sumergiéndose en las reglas del pensamiento patriarcal. El Afuera, como espacio político, la recupera, en un acto de completa independencia de la masculinidad/feminidad.

Las mujeres que acceden a la cúspide de la masculinidad tienen muy bien puesta su feminidad, marcada por una esclavitud sutil y profunda hacia lo que los hombres han hecho. Ellas “creen” que pueden negociar con un mundo masculino, al que admiran, pero que siempre las ha negociado a ellas, instalándolas donde le sean más útiles según los tiempos: en el gobierno, el trabajo, la casa, la universidad y/o los ejércitos.

A lo Hamlet: pertenecer o no pertenecer, ser o no ser

La verdad es que llegar a no sentir interés por pertenecer al sistema es una modificación grande y muy profunda que no se ha producido globalmente, y es uno de los pasos necesarios que propongo desde el Afuera para deconstruir el monomio masculino/femenino y no ser parte de esta civilización genocida y su pulsión de muerte.

Estoy segura de que se puede construir un camino exitoso y humano sin la mediación ni la venia masculinistas y llegar a tener una buena vida, dejando de ser las ajenas que hemos sido, y pasar a ser las protagonistas de nuestro proyecto cultural y civilizatorio.

No quiero participar en los espacios encubiertos e infiltrados que el sistema estratégicamente nos ofrece, para hacer lo que siempre ha hecho: atrapar nuestras ideas y experiencias para desmontarles sus potencialidades transformadoras, desgastándonos en un diálogo sobre derechos y, al mismo tiempo, remozándose él con los aparentes “avances” de las mujeres.

Me interesan los intercambios con las mujeres, pero compartiendo ideas en un proceso más profundo de cuestionamiento que perdure e intervenga el patriarcado masculinista/femenino, y que llegue a ser un polo generador de otras civilizaciones, y no modificador de un sistema perverso y mentiroso, donde las mujeres, al sumarse, participan de las mismas perversidades.

Salirse del sistema es encontrarse hoy con otra dimensión –concreta- de la libertad, sin promesas de otra vida, sin santos, jueces ni dioses, encumbrados en los podercillos del dinero. Valdrá la pena entonces… arriesgarse.

Santiago, mayo del 2012.